El fraude alimentario es una práctica que afecta a muchos sectores, y la carne se encuentra entre los productos más vulnerables a este tipo de actividad ilegal. Hay varios factores que contribuyen a que la carne se clasifique entre los alimentos con las tasas más altas de fraude.
La práctica fraudulenta más común que involucra carne y productos cárnicos es la sustitución de una especie de alto valor comercial por otra de menor valor. Este tipo de adulteración es particularmente difícil de detectar, especialmente en productos procesados, donde la inspección visual no puede diferenciar entre las especies presentes, a diferencia de lo que ocurre con la carne fresca.
Uno de los principales factores es la complejidad de la cadena de producción y distribución de carne, que involucra a varios intermediarios, desde el matadero hasta el consumidor final. Esta larga cadena incrementa las oportunidades de fraude en diferentes etapas del proceso. Además, hay una alta demanda de carne, lo que incrementa el riesgo de adulteración y sustitución ilegal con fines de lucro.
Según una encuesta realizada por la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), se espera que la producción de carne bovina alcance los 10,19 millones de toneladas en 2024, lo que significa un aumento del 7,1% en comparación con 2023. Si se confirma, el volumen será un nuevo récord en la serie histórica, superando la producción obtenida en 2006. El aumento se explica por el pico en el ciclo ganadero que se alcanzará en 2024, con el pico en el descarte de hembras.
Los productos cárnicos generalmente tienen un alto valor añadido, dependiendo de la especie y origen, lo cual motiva prácticas fraudulentas para reducir costos, como reemplazar carne de especies nobles por más baratas.
La falta de especificación detallada de la especie animal en la etiqueta también facilita el fraude. Esta conclusión se vuelve clara cuando analizamos un estudio de la Agencia de Normas Alimentarias (FSA), que reveló que más del 20% de los productos analizados contenían ADN de especies animales no mencionadas en la etiqueta.
Sin la correcta identificación de la carne utilizada, hay espacio para la sustitución de especies nobles por otras más baratas, como carne de caballo o incluso carne de pollo mezclada con productos de res. Esta práctica perjudica no solo al consumidor, que es engañado, sino también la confianza en la industria alimentaria.
Las carnes nobles, como la de res y cordero, se encuentran entre las más dirigidas para el fraude, precisamente por su alto valor de mercado. Es común que estas carnes se adulteren o se mezclen con carne de especies más baratas, como cerdo o aves, que tienen menor valor añadido.
La legislación vigente en Brasil y otros países permite la adición de ciertos componentes a la carne, como agua y aditivos, siempre y cuando estas adiciones estén claramente descritas en la etiqueta del producto. En Brasil, el uso de aditivos como nitritos y nitratos es regulado por la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (ANVISA) y está permitido en cantidades controladas, con el objetivo de conservar la carne y prevenir el crecimiento de bacterias.
La adición de agua, por ejemplo, está permitida en algunos productos, como jamones y salchichas, pero el consumidor debe ser informado. Sin embargo, cuando estas prácticas no se indican adecuadamente en la etiqueta, constituyen un fraude alimentario.
Fuente: https://www.livrosabertos.abcd.usp.br/portaldelivrosUSP/catalog/book/1101
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